Recuerdo que muchas veces, para sacar una moto o algún otro auto, tenía que mover el Austin unos pocos metros, simplemente para generar espacio. Y estaba obligado a cerrar la puerta porque si no lo hacía se volaba, aún cuando solamente quisiera moverlo apenas un par de metros. En los demás, evidentemente, no había drama, pero ese autito te exigía que lo tratasen con cuidado.
jeje... y tambiénn es cierto lo de que estoy acostumbrado a andar en motos. Nada iguala a las motos! Lo único que no me gusta de ellas es la lluvia... Y sobre puertas, recuerdo que en uno de los Renaults, cada vez que terminaba un giro de 90º a la derecha, la puerta trasera izquierda se abría indefectiblemente y tuve que atarla hasta poder encontrarle una nueva cerradura!!!!! Aceleran muchísimo y les encanta correr, pero como tienen el motor atrás y las ruedas son muy finas, tienen poca tracción delantera y más de un conductor desprevenido ha seguido en línea recta cuando se encontró con una curva sorpresiva. Pero se arregla fácil con algunas bolsas de arena en el baúl delantero!!!!
También recuerdo haberme quedado sin frenos en una oportunidad. Las zapatillas estaban tan gastadas que ni siquiera el freno de mano me era útil. Sin perder la calma, comencé a reducir las marchas y terminé acordonándolo. Lo gracioso fue que mi mujer, que viajaba a mi lado, no se enteró del problema sino hasta luego de detenido completamente. Sólo había atinado a preguntarme ¿es esta una nueva forma de estacionar? Jeje!!!!!!
Pero luego regresamos a casa SIN FRENOS y en forma segura (¿existe eso?)... Toda una experiencia. Cuando llegamos noté que sería imposible entrar de primera y tuve que dar toda la vuelta a la manzana para poder detener correctamente el auto en el segundo intento. Qué anormaaaaaaaaaal!!!! (era como estar alunizando el Eagle y que una voz interior te gritase: "abortar maniobra, abortar maniobra!!!!")
Evidentemnte, confiaba muchísimo en la caja del cambios del renolito, amén del hecho de que no estábamos en plena ciudad sino en las desoladas y desérticas afueras. Amo esos autos, aunque solamente los utilice cuando llueve.
A diferencia de la mayoría, jamás tuve un FIAT 600. Tuve fuscas (escarabajos), un Chevrolet Caprice que necesitaba casi de una refinería de petróleo personal cada vez que quería moverlo, un Ford Galaxie más largo que el Crucero del Amor, un Peugeot 205 (que no consumía nada y del que aún me asombro cada vez que pienso en su autonomía), un Toyota Tercel hermosísimo (pero que me obligaba a desembolsar sumas astronómicas cada vez que necesitaba cambiarle un tornillo) y otras porquerías temporarias (algunos autos y motos que compraba específicamente para vender inmediatamente, luego de arreglarles algunas cosillas).
El año pasado quise comprarme una VW Combi Pickup pero al final terminé gastando el dinero en otras cosas y ahora estoy envenenado con el Lotus. Seguramente porque no tiene techo y es lo más parecido que imagino a una moto de cuatro ruedas. Pero si en el medio de la construcción aparece algo distinto, no tengo ningún problema en deshacerme del proyecto y pasar a otra cosa como si nada.
Pero de los renolitos no me desprendo. Hubo un tiempo en el que tuve que colocarles un cartel de "NO SE VENDE" porque cada vez que alguien los veía llamaban a mi puerta para preguntar cuánto pedía por ellos.